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  • Luis Sánchez Pérez*

Periodismo de paz en tiempos de López Obrador


Es una tradición de los medios de comunicación contar la historia de los primeros 100 días de un gobierno. Así lo harán cuando lleguen los del presidente Andrés Manuel López Obrador y vienen a la mente las consultas, el nuevo aeropuerto, la reciente cancelación de la Reforma Educativa y la desaparición del Seguro Popular.

Sin embargo, este recuento de notas y titulares no logra rascar la superficie. La razón de esto es profunda y compleja, obedece a inercias históricas del periodismo mexicano, pero también a los problemas nuevos surgidos de un deslizamiento de la definición de ‘objetividad’ para propósitos políticos. El periodismo como medio y no como fin y su relación con un régimen que se autodenomina histórico y transformador.

Encima, lidiar con el peso de hacer historiografía en tiempo real y una frecuencia incrementada de la presencia del presidente en los medios por sus conferencias de prensa diaria nos dejan con varios dilemas acerca del rol del periodismo.

El periodismo de antaño tenía la tarea de hacer recuentos de hechos de la manera más objetiva posible: declaraciones, números, personajes y cómo se relacionan. Esta suma ayudaba a que las personas tuvieran información para decidir su opinión. Sin embargo, en la época de las fake news, los ‘trascendidos’ y las columnas de opinión, las explicaciones del mundo se han agotado. Señalar lo malo ya no basta y documentar paso a paso cómo políticos y líderes usan el enojo para ascender al poder no ha evitado que esto suceda y mucho menos ha hecho más difícil que se tomen decisiones equivocadas en muchos aspectos.

Un nuevo tipo de periodismo

Se necesita un nuevo tipo de periodismo ante esta inminente cobertura. Políticos en muchas partes del planeta, desde las Filipinas hasta Estados Unidos nos han demostrado lo peligroso que puede ser seguir la inercia del ciclo noticioso de 24 horas (el denominado efecto CNN) de lo cual se nos ha advertido desde al menos 2005, como lo consignó Gilboa.

Ante conflictos cada vez menos tradicionales y más asimétricos, quedan varias preguntas. ¿Por qué no hemos podido procesar bien el elemento multi-actor de los conflictos modernos? ¿Por qué seguimos empeñados en usar un marco de referencia maniqueo que aparte de proponer la dicotomía bueno-malo se limita a decir que en un conflicto hay solamente actor 1 y actor 2?

Aferrarse a esta manera de explicar el mundo es probablemente una de las causas de la fuga de lectores de medios tradicionales a medios alternativos en donde encuentran una “sensación de sinceridad”, es decir, sienten que se cuentan las verdaderas razones y causas de un conflicto. Sin embargo, estos medios alternativos muchas veces solo amplifican y confirman las distorsiones de la realidad de una gran parte de la opinión pública – constantemente buscamos información que confirme nuestras creencias, en vez de buscar información y luego formar nuestra visión del mundo. Ciertamente ello es sesgo humano pero el periodismo debe de estar por encima de ello.

El periodismo de paz

Ante esta enorme complejidad, el periodismo de paz debe de ayudarnos a superar esta encrucijada. Contar las anécdotas de la toma de protesta y los excesos verbales de funcionarios y Senadores no harán ningún bien más que llenar páginas y redes sociales con recuentos y lugares comunes de cosas que ya sabemos. En medio de estas anécdotas hay oportunidad para buscar espacios y comenzar a crear algo nuevo –elevar el nivel de crítica, contrapeso y oposición que este tiempo nos demanda. La sugerencia de Galtung de no reducir un conflicto a dos actores abre suficiente espacio periodístico para hacer muchas cosas valiosas– descubrir personas que han sido afectadas por el conflicto pero que no tienen espacio ni en la toma de decisiones ni en la opinión pública.

Para muestra, un botón: en los medios nacionales mucho se habla del Tren Maya y la decisión de consultar de manera muy deficiente a la población, se habla de estudios de impacto ambiental, del hábitat del jaguar, en fin, se habla de todo. Solo no se habla de una cosa: ni en un solo medio se ha visto una sola palabra dicha directamente por los habitantes potencialmente afectados (o beneficiados) por el proyecto. Este tipo de ceguera es la que busca curar el periodismo de paz.

Proponer soluciones

Proponer soluciones y no reducir el conflicto a dos lados es parte de esta apuesta del periodismo de paz. Debe de quedar claro que los problemas nacionales no son solo del presidente y los partidos que no están en el gobierno y que hay muchas más maneras de resolver nuestros problemas. Vuelvo al ejemplo anterior y al de la infame consulta del NAIM. Muestra de esta ceguera es ello es que, en la cobertura de las consultas nadie preguntó a las personas cómo les gustaría poder participar en su democracia. Para quienes vemos posibles problemas y un fuerte cuestionamiento a organizarnos en democracia y con balances y contrapesos, esto debe de preocuparnos y ocuparnos para proponer soluciones a estos dilemas. Si no, la inercia seguirá marcando el ritmo.

La paz como oportunidad

Los proponentes del periodismo de paz postulan que para que la paz tenga una oportunidad, debe de ser reconocida públicamente. Ya Galtung nos pone enfrente de manera clara una pregunta que parece evidente: ¿a qué conflicto obedece la violencia que vemos? Más importante aún: ¿Cuál es la razón de que exista este conflicto y qué vías no se han explorado aún para resolverlo?

El periodismo debe de implantar las ideas no tradicionales de resolución de conflictos para sernos útil. Pero solo vendrá en nuestro auxilio si lo usamos. Los primeros intentos de coordinación entre medios en México dejaron un sinsabor que pronto se tornó en ausencia. Los intentos de responder a la crisis nacional derivaron en tímidos esfuerzos sin seguimiento; como el infame Acuerdo para la cobertura informativa de la violencia del 2011 que no solamente preocupa por su poca inercia; sino que pone en evidencia lo difícil que es orquestar cualquier iniciativa para hacer cierto tipo de periodismo.

Reducir el conflicto

¿Qué beneficios habría de tener no reducir el conflicto a dos y atreverse a proponer soluciones? Es difícil saberlo. Incluso podemos decir que proponer alternativas es un asunto abrumador, implica arriesgarse a estar equivocado. Sin embargo, la apuesta del periodismo de paz es valiente; significa tomar el conflicto en nuestras propias manos para transformarlo en soluciones que provoquen que pensemos de manera diferente.

Esto va a demandar de quienes hacen periodismo una posición diferente. Muchas veces, la mera crítica desde los medios se veía como suficiente contrapeso al poder. Hoy en día, ejercer el poder es más complejo contar esa historia va a costar más trabajo. Sin embargo, en México y Jalisco hay periodistas que no solo hacen recuentos, sino que investigan, que no prejuzgan, sino que preguntan y que incluso sugieren vías y mundos posibles. Van por el camino correcto, aunque sean unos cuantos. Están construyendo paz en estos tiempos tan convulsos.

*Luis Sánchez Pérez es investigador de Medios de Información y Mecanismos de Participación Ciudadana en el Laboratorio de Innovación Democrática (LID) y Consejero en Defensa de las Audiencias del Sistema de Radio, Televisión y Cinematografía de la Universidad de Guadalajara (UdeG).


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