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  • Manuel Bazán Cruz*

¿AMLO o Bolsonaro?


Las dos economías más importantes de América Latina, según el Fondo Monetario Internacional, celebraron elecciones presidenciales este año, por lo que serán gobernadas por nuevos mandatarios políticos que marcarán el rumbo interno de sus respectivos Estados, pero también del espectro regional.
Brasil y México son considerados países emergentes, debido al acelerado impulso de su industria y a la atracción de inversiones en diversos sectores, lo que los ha llevado a colocarse dentro del club del G20, donde conviven con las grandes potencias encabezadas por los Estados Unidos de Norteamérica.
Sin embargo, en el ámbito político tienen profundas divergencias; por ejemplo, el denominado gigante de Sudamérica vivió una violenta dictadura militar durante el periodo que va de 1964 a 1985, mientras que en nuestro país la represión se desarrolló bajo la hegemonía de un solo partido político por más de setenta años.
Otra característica importante que distingue a las dos naciones, pero que su vez las diferencia, lo constituye el hecho de que en Brasil aconteció la alternancia política hacia la izquierda en el año 2003, con el arribo de Luiz Inácio Lula da Silva, mientras que en México se logró en el 2000, con la victoria del partido conservador encabezado por Vicente Fox Quesada.
En tanto que la izquierda brasileña logró su permanencia hasta el año 2016, cuando una estrategia parlamentaria victoriosa destituyó de su encargo a la presidenta electa Dilma Rousseff; en México, los gobiernos desastrosos de la derecha facilitaron el regreso del ya muy conocido priismo, cuyo periodo (2012-2018) será recordado por grandes escándalos de corrupción, la violación grave de derechos humanos y en el potencial aumento de la inseguridad.
Ya en 2018, estos países encontraron un destino político similar, pues ascendieron como protagonistas del escenario político dos personajes populistas, pero de corrientes ideológicas opuestas. Andrés Manuel López Obrador con ideales progresistas, miesntra que en Brasil lo hizo Jair Bolsonaro y la ultraderecha brasileña.
Por lo menos en el discurso, AMLO intentará sacar de la pobreza a millones de mexicanos que han sucumbido frente a las políticas neoliberales que se han venido aplicando desde el Consenso de Washington de 1989, favoreciendo aquellas de carácter social y de inclusión, a través de mecanismos de participación ciudadana, de austeridad gubernamental y de combate a la corrupción. Por su parte, Bolsonaro, coincidentemente con la bandera anticorrupción, pero con un programa sumamente conservador respaldado por la iglesia evangelista, ha manifestado consignas xenófobas y de intolerancia hacia los migrantes y las comunidades vulnerables; llega como mesías a un país profundamente apolitizado y desmantelado por diferentes sectores (públicos y privados).
Quizá más que nunca, la región se halla sumida en una polarización política. El retorno a la derecha de algunos países, y el ascenso de la izquierda en otros, se ilustra principalmente en Brasil y México. Esa balanza, aleja toda posibilidad de una integración regional, y avecina el deseo de Donald Trump de dividir, desestabilizar, individualizar y controlar las diversas regiones del planeta, con la finalidad de abonar a sus intereses económicos.
En ese sentido, con el auspicio de Trump, lo más probable es que Bolsonaro trate de influir en el ascenso de los partidos conservadores en Uruguay, así como en la permanencia de esa ideológica en Argentina, por lo que buscará aliados en Estados que han facilitado la alineación norteamericana, como es el caso de Colombia. Por su parte, AMLO, quien aún no ha manifestado un interés preponderante en obtener el liderazgo en América Latina y el Caribe, tiene la enorme responsabilidad de rescatar la imagen del progresismo regional y de liberarlo de los estigmas que se le han imputado.
En algunos años podremos apreciar los logros o decepciones de ambos modelos político-económicos; para ello, valdría la pena fotografiar este momento en nuestra mente, a efecto de analizar el estado en que nos encontramos y compararlo con el proceso de ejecución de las políticas a implementar, así como sus resultados, con la finalidad de decidir su permanencia o destitución del poder.
Lo que definitivamente no debe suceder, y que por lo menos se vislumbra en los discursos de Bolsonaro, es la represión, la violación a los derechos humanos, el desprecio por la democracia, la indiferencia por el otro, así como el racismo y elitismo que tanto han dañado a las sociedades de nuestros tiempos.
Columna original publicada en Integridad Ciudadana
Foto: El Comercio
*Manuel Bazán Cruz cuenta con una especialización en Políticas Públicas para la Igualdad en América Latina (CLACSO). Maestro en Transparencia y Protección de Datos Personales (mención especial UDG), Especialista en Derecho de la Información (mención honorífica UNAM). Licenciado en Derecho (UNAM). Temas de interés: Derechos humanos, democracia, América Latina y El Caribe, grupos vulnerables, desigualdad, derecho a la información, transparencia, rendición de cuentas, anticorrupción, libertad de expresión, datos personales, etc.
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