Luego de lo ocurrido con los estudiantes de la Universidad de Medios Audiovisuales CAAV, y de la escalada de violencia que resulta cada vez más inaguantable, varias interrogantes desconciertan sobre la naturaleza de estos hechos y sobre las alternativas para que los ciudadanos actuemos en consecuencia.
Tendríamos que preguntarnos cómo hemos llegado hasta esta situación, y qué elementos pueden explicar la naturaleza demencial de estos actos. Es posible identificar al menos tres razones para explicar estos y muchos otros hechos de esa naturaleza.
En primer lugar, resulta innegable que la impunidad es uno de los factores que explica el porqué actuar con tal saña. La baja probabilidad de que la autoridad y el sistema en general persigan de forma efectiva y contundente a los responsables genera condiciones propicias para superar los límites de lo inimaginable.
Un segundo factor es el grado de descomposición social. Cada vez es más común conocer de casos que se superan a sí mismos en sus niveles de crueldad y de desprecio por la vida humana. Esto no sólo se presenta en actos asociados al crimen organizado, sino en sucesos ocurridos incluso en círculos familiares. Esto nos permite suponer que esos niveles de violencia tienen algún trasfondo en nuestros propios valores, que están detrás de la facilidad con la que se desaparece, se mata o se viola, y se desprecia el valor de la vida.
La incertidumbre
Finalmente, el alto grado de incertidumbre que los dos factores previos ocasiona y que se ve reflejado en falta de confianza. Tanto la confianza en las instituciones como la confianza en la gente cercana. Incluso la desconfianza de poder exigir una conducta cívica adecuada a gente desconocida con la que a diario nos cruzamos en la calle, y que no sabemos de quién se pueda tratar o qué clase de dementes sean.
Impunidad, descomposición e incertidumbre es lo que explica la condición en la que estamos. Y parece no tener salida, al menos no una salida sencilla y sin complejidades. Para resolver la impunidad, desde luego, nos falta mucho. Esa parece ser una parte del camino en la que son principalmente las instituciones y, desde luego la política, quienes nos tendrían que estar ofreciendo soluciones. ¿Qué podemos hacer? Mantener la exigencia social, no hay más.
En cambio, para la descomposición, somos todos los que tenemos un papel que desempeñar con nuestros hijos, nuestras familias, nuestros amigos y nuestros seres cercanos. Y más difícil todavía será lidiar con la incertidumbre, porque ante ese factor, nos topamos incluso con no saber en qué autoridad sí se puede confiar. Antes se podría pensar que mientras evitaras involucrarte en problemas podrías mantenerte relativamente seguro. Pero ahora ya no es así.
No basta con mantenerse al margen, sino que además debe uno abstenerse de reclamar a otro ciudadano que tenga una conducta cívica; pues podrías terminar desaparecido por el sólo hecho de hacer y exigir que se haga lo correcto. Sin embargo, no hay otra opción. Renunciar a la exigencia, tanto al otro ciudadano como a la autoridad, no es una alternativa. Con todo y la impotencia y la incertidumbre, la exigencia se debe mantener. Por ello, es altamente necesario que todos asumamos el rol que nos corresponde. Sin duda, nada fácil, pero es necesario.
Colaboración del LID para Cuarta
*Estuardo Gómez es investigador del Laboratorio de Innovación Democrática (LID) y profesor de la Maestría en Políticas Públicas de la Universidad de Guadalajara.