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  • David López García*

Cien días de realidad para Donald Trump


Colaboración de LID para Cuarta

Se cumplieron los primeros 100 días de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Mucho se ha escrito sobre sus descalabros, por lo que no vale la pena ahondar en ello. En su lugar, aprovecharé para reflexionar sobre el ambiente que se ha vivido en la ciudad de Nueva York —ciudad la que me encuentro residiendo— durante los primeros 100 días de la presidencia de Trump.

El primer punto a destacar es que el discurso oficial y el sentir de la gente en la calle, parecen dos mundos paralelos. La Casa Blanca mantiene una campaña triunfalista sobre los primeros cien días del presidente, calificándolos como el mejor inicio de cualquier mandatario en la historia moderna de los Estados Unidos. Sin embargo, al hablar con la gente en el día a día la percepción es muy diferente. El sentimiento más bien es de negación. La gente todavía no puede creer que alguien como Trump pueda ser su presidente. Las personas se avergüenzan por cada comentario radical, sexista, racista, o intolerante de su mandatario. En los últimos días trascendió que Trump tiene los niveles más altos de desaprobación de un presidente desde la época de Dwight D. Eisenhower –en la década de los cincuentas. Cuando escuché esto no me sorprendió nada, ese nivel de desaprobación se nota en la cara de la gente.

También es de resaltar que prácticamente se realizan dos o tres marchas por semana en la ciudad desde que Trump es presidente. Cuando uno va caminando por las calles, en los postes y en las paredes abundan los carteles invitando a marchas o manifestaciones organizadas por una gran variedad de colectivos y grupos sociales. Uno de los sitios predilectos para terminar las marchas y hacer los mítines es a las afueras de la Torre Trump, que está en la 5ta Avenida, muy cerca de Central Park. La zona ya cuenta con un perímetro permanente implementado por la policía de la ciudad.

El hecho de que haya tantas manifestaciones también ha sido interpretado como uno de los pocos efectos positivos de la presidencia de Trump. Se argumenta que por lo menos se logró activar políticamente a grupos de la sociedad que antes se encontraban pasivos. Se piensa que eso será positivo en el largo plazo, y que les ayudará a empujar sus respectivas agendas. También es cierto que ha habido una gran fertilización transversal entre agendas políticas. Los colectivos sociales que antes se encontraban aislados, ahora trabajan de forma conjunta en torna a objetivos comunes.

En otro frente, los miedos en torno a la agenda migratoria se han ido dispersando poco a poco. La agenda migratoria ha sido uno de las principales causas de tensión ente la ciudad de Nueva York y el gobierno de Trump. Nueva York es una de las llamadas ‘ciudades santuario’ de los Estados Unidos, quizá la más importante entre ellas. Las ciudades santuario implementan una serie de programas para garantizar los derechos y el bienestar de los inmigrantes ilegales. El conflicto migratorio alcanzó su punto de mayor tensión cuando Trump firmó la orden ejecutiva para impedir la entrada a los Estados Unidos a ciudadanos de ciertos países del mundo árabe. El día que Trump firmó esa orden ejecutiva los agentes migratorios en Nueva York le negaron la entrada a cientos de personas que quedaron varadas en los aeropuertos. La respuesta desde la sociedad no se hizo esperar. En cuestión de horas se organizó una manifestación de miles de personas en el aeropuerto JFK, prácticamente sitiando las instalaciones migratorias para demandar la entrada al país de las personas detenidas. Trump cedió, y la prohibición contra el mundo árabe se ha relajado. Al ver que Trump ha suavizado sus posiciones en torno a la agenda migratoria, la gente está volviendo a hacer su vida y sus planes de manera normal.

También quiero comentar cómo nos sentimos los mexicanos que vivimos por acá, y lo voy a hacer a través de una anécdota. Cuando Trump aún era presidente electo fui invitado a una reunión de estudiantes mexicanos que residimos aquí en la ciudad con el Cónsul de México en Nueva York, Diego Gómez Pickering. La reunión fue convocada a iniciativa del Cónsul, y su intención era reunirse con la los estudiantes mexicanos para presentarse, dar a conocer los servicios del consulado, y reflexionar sobre las implicaciones de la llegada de Trump a la presidencia. Como seguramente se pueden imaginar, la reunión transcurrió en un ambiente de mucha tensión. Los estudiantes estábamos bastante alarmados. Cuestionábamos al Cónsul sobre cuál iba a ser la posición oficial del gobierno mexicano y cómo nos íbamos a organizar para resistir los embates de Trump. El Cónsul trató de calmar a los asistentes, de convencernos de que no había motivo para estar tan alarmados, y que lo mejor que podríamos hacer era seguir trabajando como siempre y mantener la imagen de México en alto. En su momento no lo comprendí, y la posición del Cónsul me pareció muy tibia. Pero hoy, a 100 días de distancia, puedo comprender mejor a Diego Gómez. Estoy seguro que, en el fondo, el Cónsul sabía que las promesas de campaña de Trump no iban a ser tan fáciles de cumplir. Que una cosa es ser candidato, y otra muy diferente ser presidente en funciones. Que era cuestión de tiempo para que la realidad golpeara a Trump en la cara.

Poco a poco, la comunidad mexicana también se ha tranquilizado. El fiasco en la intentona de construir el muro fronterizo y la disposición para renegociar el tratado de libre comercio han sido interpretados como derrotas de Trump. Al principio del nuevo gobierno varios conocidos mexicanos me comentaban que tenían miedo de que de un momento a otro los obligaran a salir del país. Algunas personas estaban preparándose para ser deportadas en cualquier momento; dejaron de hacer su vida normal y entraron en un estado de alerta permanente. Hoy, a 100 días de ver que las amenazas de Trump aún no se han cumplido, las personas que estaban en estado de alerta se han ido relajando. Están volviendo a hacer su vida normal y retomando sus planes de vida en este país.

En fin, parece que después de estos primeros 100 días se pueden apuntar dos conclusiones. Primero, la mayoría de los habitantes de Nueva York con los que he intercambiado impresiones siguen sin poder creer que una persona como Trump sea su presidente. Todas esas actitudes tan radicales, sexistas, racistas, e intolerantes, les dan pena. Segundo, también se están dando cuenta de que en realidad el paso de Trump por la presidencia no va a ser tan grave como pensaban. Cada vez se ve más lejos que vaya a cumplir sus promesas de campaña. La percepción es que los descalabros lo están haciendo ver que ser presidente no va a ser tan sencillo como él pensaba, que está topando con pared.

*David López García es Coordinador del Laboratorio de Innovación Democrática (LID). Actualmente radica en la ciudad de Nueva York, donde es estudiante del doctorado en Políticas Públicas Urbanas en The New School University. @LIDmex

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