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Mauricio Hernández*

Momento crítico: migración y participación ciudadana


Columna semanal de LID para Cuarta.

El momento es crítico. A partir del desenlace de las políticas migratorias en Estados Unidos, en este lado tendremos nuevos escenarios para la construcción social de México.

Mucho se ha dicho que los connacionales migrantes hacen un voto con los pies, al decidir construir su futuro del otro lado de la frontera poniendo en riesgo su vida, con lo que deben competir y desarrollar sus mejores habilidades, capacidades, valores y estrategias, tanto de subsistencia como de maximización de su tiempo e ingreso.

En otras palabras, se tiene la percepción general que quiénes se van de México en este proyecto han tenido una visión sostenida de mejorar su entorno, el de sus familias e incluso el de su comunidad. Si bien, los migrantes desplazados por la violencia durante los últimos años han aumentado en números, la visión es consistente, todos los que se van están dispuestos a cambiar su vida por tener un mejor futuro.

Lo anterior sugiere una hipótesis inicial. Históricamente, la migración hacia el país vecino ha generado en algunas regiones de México una ausencia o disminución de exigencias hacia el Gobierno, una ruptura de la relación Estado-Sociedad, donde los mexicanos emigran y los gobernantes locales no enfrentan una presión cada vez mayor por dar resultados en sus funciones. Digamos, pues, que esta ecuación ha modificado, en parte, los espacios de la democracia deliberativa que pudieron haberse concretado en las últimas décadas dentro del País.

Sin entrar en detalles, todos conocemos anécdotas de jefes de familia que dejan sus comunidades para enviar dinero, y que están al pendiente de los contextos locales, incluso, ello ha derivado en la conformación de programas para migrantes como 3x1, donde se conjuntan los recursos, tanto de los migrantes como del gobierno, para colaborar en acciones y obras sociales que contribuyan al desarrollo de sus comunidades de origen. A primera vista este sentido parece ser el correcto, con base en el empoderamiento ciudadano, en este caso mediante una mejora de los ingresos, los migrantes y las comunidades de origen demandan y presionan al gobierno con un marco de exigencias palpables, bajo una agenda clara.

Sin embargo ¿qué pasará si, súbitamente, tenemos miles de migrantes de vuelta en sus comunidades de origen? ¿Cómo se desarrollaría esta relación entre la sociedad y el gobierno a nivel local? ¿Con qué nivel de empoderamiento ciudadano llegarían nuestros connacionales y que presión real ejercerían hacia sus funcionarios y gobernantes?

Ante este escenario cabe reflexionar sobre un punto inicial de este panorama: ¿qué tipo de ciudadanos tendremos en estos migrantes que, en su caso, estarían de vuelta? Para responder a esta pregunta considero, al menos, tres perfiles iniciales: primero, aquellos que no se involucrarán sustantivamente en asuntos públicos. Segundo, aquellos que por su condición de vulnerabilidad, se involucrarán únicamente en un conjunto limitado de asuntos. Tercero, aquellos que se involucrarán sustantivamente en los asuntos públicos, y que modificarán su entorno y la relación de sus comunidades con sus gobernantes.

Para cada uno de estos escenarios y perfiles es importante considerar mecanismos de involucramiento y participación ciudadana que empodere a nuestros connacionales repatriados. Independientemente de la condición con la que lleguen, los que estamos acá, como sociedad, tenemos la responsabilidad y el compromiso de abrirles las puertas y apoyarlos, explicarles cómo ha cambiado nuestro País en las últimas décadas y darles la pauta para que ellos mismos consoliden su percepción de ciudadanía desde y para el fortalecimiento del País.

El reto no es menor. Aquellos que lleguen en condiciones de vulnerabilidad evidente requerirán de amplios esfuerzos de la sociedad civil, del gobierno y de la población en general en el corto y mediano plazo. Por otra parte, nuestros connacionales que, una vez de vuelta en México, estén con mayores niveles de activismo, proactividad y exigencia hacia las condiciones mínimas que les garanticen un futuro digno en sus localidades, tendrán como ruta natural la vinculación hacia agendas de la sociedad civil ya consolidadas, que bien tendrán que articularse nuevamente a partir del cambio en el paradigma social de las distintas regiones.

En todo caso, el futuro está cerca. Aún desconocemos la magnitud del fenómeno que está por llegar; sin embargo, debemos estar preparados para apoyar, desde cualquiera de nuestras trincheras, hacia la consolidación e integración de la sociedad, de su articulación en los distintos contextos, y de su contribución como referente de las exigencias y demandas que debe afrontar el Estado para mejorar a nuestro País.

*Mauricio Hernández estudió políticas públicas. Ha trabajado en temas de rendición de cuentas, educación y democracia desde el gobierno. Actualmente está vinculado en proyectos de investigación del LID, relacionados con participación ciudadana y transparencia.

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